El Encantamiento de la Niña

LA PRIMAVERA LUCE EL AROMA DE TU NOMBRE, ESE QUE JAMÁS INVIERNO NI HOMBRE, CONSEGUIRÁ ANIQUILAR

Un día cualquiera, en El Bosque, una Ardilla fue testigo de algo. El Duende, llevaba un recado para una Doncella, que tenía a bien Amar a quien no le quería bien. Ese día el Duende estaba desolado por algo que había ocurrido. No comprendía el motivo por el que la Doncella, no era capaz de ver al joven que tenía a su lado y que había volcado su Vida, en conquistar su Corazón para regalarle todo lo que sentía que se había ganado.
El Duende, con un gran dolor, respetó el sentimiento que la Doncella eligió. Así, se confinó en un paraje de bellos y extensos olivares y esperó.
Esperaría todo el Tiempo necesario para que si estaba de Dios, la Doncella se diera cuenta de que su reliquia había sido devuelta, por aquel que la encontró.

Cuando el Duende miró al Cielo, buscando el Altar Mayor, siquiera pudo distinguir la Luz que en su día lo iluminó.

De repente, un Hada revoloteó incansable ante los entornados Ojos del Duende.

-  Dariel, despierta, por favor. No te duermas – le rogó. Si lo haces, la Magia tan esperada se desvanecerá para siempre.

El Duende tuvo un sobresalto. No esperaba encontrarse allí con Salomé.

- ¿Qué haces aquí…? ¿A qué has venido…? Lo siento, márchate, ahora no puedo atenderte.

Salomé, advirtió como el mal humor afloraba de nuevo en aquel Señor. Fue entonces cuando comprendió el apelativo de Cascarrabias que se le dio.

-  Por favor, escúchame – le pidió con toda la ternura de la que fue capaz.

El Duende a grandes zancadas, se dirigió a por su azada y se dispuso a cavar la tierra que estaba lista y preparada para ser sembrada. Mientras Él continuaba con su trabajo, el Hada insistió:

-   Duende, sé que estás enfadado y que crees que todo ha sido en vano. Pero no es cierto.
- Calla!!! No sigas mintiendo – gritó al tiempo que se acentuaban los golpes de la azada contra la tierra de labranza.

De repente, Salomé advirtió algo, por vez primera observó al Duende llorar ante alguien.

-   Estás llorando!!!

Dariel, soltó la azada, paseó con las manos en la espalda, dando largas zancadas, refunfuñando e intentado contener la lista de improperios que acudían a su boca. Le importaba muy poco que el Hada hubiera visto sus lágrimas, mucho peor era, la desolación de sus entrañas.
Salomé, terca como una mula, continuó revoloteando a su alrededor, estaba convencida que de un momento a otro, el Duende la escucharía.

-   Basta!!! Basta!!! Está bien ¿qué quieres de mí…?
-  Sólo quiero que me atiendas – le propuso, secándole una lágrima atascada en una de sus profundas arrugas.
- Te escucho – se detuvo, poniéndose firme y de brazos cruzados.
-  Mira… ves lo que yo veo. Ahí, en aquel punto diminuto del Cielo…? – preguntó, señalando hacia una Estrella, con nombre de Constelación.
- Si, puedo verlo. Es la Mariposa. Allí donde se guarda la información sobre el principio y el final de la Creación. ¿Por qué me preguntas eso…?
-  Porque en esa Estrella, un buen día Ellos construyeron un precioso Templo para albergar el Amor y la Pasión del gran encuentro, ese que protagonizarían las Hathors y los Arquitectos, para el gozo de una Gran Dama y un Gran Señor, que sacrificaron su Amor, por el bien mayor de todo el Reino.
-  Si, lo recuerdo. Es el Templo en el que morarán Melkizedec y Heneas.
-  Por favor, acompáñame.

Salomé, revoloteando al tiempo que dibujaba un precioso baile, condujo a Dariel hasta un lugar.

-  Mira allí, quiero que veas algo.

El Duende no se lo podía creer, vio a un apuesto joven que irradiando la Luz del mismo Sol se dirigía en busca de alguien, de la Dama que amaba con todo su Corazón.

- Ves, ese es nuestro deseo, que Ellos se encuentren y consigan de una vez, vivir su trágica y mágica historia de Amor. Esa será la Magia que vivirán todos aquellos que brindaron sus Vidas a la búsqueda de los Misterios que Dios puso a disposición, de quienes en Verdad desearan con todas sus fuerzas vivir el Verdadero Amor.

El Duende no pudo evitar llorar de nuevo, acarició con su índice la mejilla de Salomé, al tiempo que Ella le devolvió una espléndida sonrisa, esa huella que Él tanto conocía de Ella.

-  ¿Crees que la encontrará…? – preguntó mientras su voz se quebraba por la emoción.
- Sí, estoy segura de ello, sé que lo hará. Él siempre sabe dónde se esconde.

La Ardilla, que lo había escuchado todo, supo que algo grave ocurría para que el Duende temiera de aquel modo. Jamás antes nadie había visto al Duende quebrándosele la voz.
Sin dudarlo, comenzó a correr, cruzando de parte a parte El Bosque. A su paso iba informando a todos los habitantes de aquello de lo que había sido testigo.
Al alcanzar la Fuente, el punto de reunión, muchos fueron los que se aglomeraron, algo aterrados por lo inusual de aquella precipitada convocatoria.

La Ardilla, les explicó punto por punto toda la conversación entre Dariel y Salomé y de cómo incluso, el Hada le tuvo que secar una lágrima a aquel grandullón.

Los habitantes del Bosque no se lo podían creer.

-   ¿Qué está ocurriendo…?
-   ¿Por qué la niña se sigue escondiendo…?
-   ¿A qué tiene miedo…?
-   ¿Habrá encontrado Él a la Doncella…?
-   ¿Le habrá devuelto la reliquia…?

Se escuchaba preguntar a unos y otros con total asombro.

A todo esto, alguien pareció abrirse paso entre los presentes, se trataba de Mamá Oca y de la Loba, habían escuchado atentas la información transmitida.
Con el Corazón en un puño, decidieron tomar partido. Así la Loba pidió silencio para que todos pudieran escucharla con atención:

-  Comprendo vuestra preocupación, algo no está encajando para que el Amor se materialice en un único Corazón. Esto es algo que nunca antes ha ocurrido y es por ello por lo que siento que un gran temor se ha despertado ante lo nuevo.

Los presentes, asintieron comprendiendo lo que intentaba transmitirles la Loba. Entonces quiso intervenir Mamá Oca:

-  Ante lo nuevo es la niña quien tiene que hacer frente si consigue liberar el Encantamiento de su Corazón. Hace mucho, mucho tiempo, un mendigo de profesión Pastor, me entregó el siguiente mensaje. Se trata de una pequeña adivinanza. Si entre todos conseguimos resolverla, la niña podrá vivir la Dicha y los efectos de sus intensas Vidas. El texto dice lo siguiente:

Una niña apareció en el Bosque, el Encanto de su Sonrisa, llevaba consigo la solución, cuando desvelara la niña, el Encantamiento de su Corazón.
-  Oye niña!!! ¿Ves cómo brilla el Altar Mayor…? Pues que sepas, que esa es Tu Dicha, la que te brinda el Encanto de tu sonrisa,
Pero eso no te lo he dado Yo.

-  La niña es la Esencia recuperada tras la experiencia – dijo la Serpiente.
-  El Encanto de su Sonrisa, es el reflejo de la Dicha que anhela su Corazón – dijo la Perdiz.
-  El Encantamiento es la Magia que fluye de sus sueños, para alcanzar a conseguir vivir sin temor – dijo Conejo Sensible.
-  El Altar Mayor es la Constelación de la Osa, allí donde Ella y Él fraguaron su existencia para poderse conocer y ser volcado todo su saber en la Mariposa – dijo el Asno.
-  La Dicha es aquello que libera al Corazón de cualquier temor, cuando la alcanzas ya no temes nada, sólo existe el deseo de Vivir tal cual Dios te lo regala – dijo Wubunae – lo sé muy bien.
- ¿Pero quién es quién le dice todo esto…? – preguntó extrañada la Lombriz.
- Eso, ¿Quién es quién se lo hace saber para que Ella sea consciente…? – se añadió a la pregunta el Papagayo.
-   Sólo puede ser Él – aseguró la Serpiente.
-   ¿Él…? – ¿a quién te refieres..?
-  A aquel que la acompañó durante todo su viaje, ese sólo puede ser Uno. Sólo puede ser el Sol.
-  Aaahhh, claro. Si Ella es la Luna y Él es el Sol, cuando la niña lo vea, podrá ser Dichosa y hacer brillar el Altar Mayor – dedujeron al unísono los ancianos gorrioncillos.

La Mariquita, comenzó a dar saltos de alegría y sin poder detenerse, como siempre hacía, dijo:

-  ¿Y podrán encontrarse definitivamente…? ¿Podrán tocarse y amarse para siempre…?
-   Si - se escuchó decir.

Todos los presentes se giraron, era la voz del Duende. Salomé acudía con Él, revoloteando a su alrededor imparable.

- De un modo u otro Ella lo reconocerá. Os tengo que garantizar que le he visto a Él ir la a buscar.
- ¿A dónde la encontrará…? – preguntó alguien con curiosidad.
- Sólo puede estar en un lugar. Ahora sólo nos quedar continuar soñando para que Ella no se pierda.
-  ¿Y si vuelve a esconderse…?

Entonces Salomé intervino:

-  No, Ella sabe que tiene que dejar de hacerlo, pero necesita su tiempo.

Wubunae, secaba las lágrimas de Mamá Oca. La Loba azotaba su cola con fuerza, para sacudir cualquier resto de su herida que pudiera dolerle todavía a la niña. En el Corazón de todo El Bosque sólo podía presentirse lo que ocurriría, pero nadie sabía cómo la niña terminaría de escribir su historia.

La Ardilla, hacía rato que se había alejado de la Fuente para ir a presenciar algo. Igual que lo hiciera Dariel, ella también pudo ver al joven que como un galán jinete, se dirigía a un lugar muy concreto.
El Sol de aquel día se ocultó por completo. Tenía que apagarse para poder penetrar en las aguas de ese lugar. Nadie pudo verlo, pero todo los presintieron, pues esa noche en el mismo centro de la Luna, pudo descubrirse una silueta que a Caballo trotaba, controlando su desbocado Corazón, pues cuando la encontrara, siquiera sabría cuál sería la respuesta de aquella niña convertida en Doncella.

Siquiera el mismo Dios conocía la respuesta.